Bueno, ya tenemos Papa. Francisco I o Francisco a secas, como parece ha precisado el portavoz. Me preguntan si estoy contento por ser un jesuita. Respondo que San Ignacio no quería dignidades eclesiásticas en la orden. Una vez elegido, posiblemente por un desbloqueo entre otros dos candidatos, observo lo siguiente: Han elegido a un hombre muy espiritual, muy austero, que no quería que le llamaran Eminencia y que viajaba con transporte público. Por tanto una figura que puede llevar a cabo libremente la reforma de la curia, descentralizando la Iglesia de Europa e Italia. Un hombre cercano al pueblo y preocupado por los pobres. Celebraba por ejemplo entre los cartoneros (gente que recoge basuras) .El nombre elegido, Francisco y sus primeros gestos de orar por Benedicto XVI, le definen. Podría llegar a ser el “Papa de los pobres” y un gran impulsor de la vida de oración. La imagen en el balcón del Vaticano emana sencillez y bondad. Y reconozco un golpe de sorpresa propio del Espíritu.
Ahora bien no nos llevemos a engaño: es un jesuita conservador en materia de moral sexual, contrario a la Teología de la Liberación y que lideró una corriente espiritualista de la Compañía en Argentina. Pero ha atacado el liberalismo económico, la corrupción política e incluso a la gobernante actual. Dará sorpresas en cuanto humildad y gestos cercanos. Puede ayudar a la unidad de la Iglesia, rota en movimientos, potenciar la vida religiosa y hacer que América Latina cobre porotagonismo en nuestro mundo.
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