Siempre hace buen tiempo

Monthly Archives: octubre 2012

Un comentario de Julia Merodio

Pedro Miguel Lamet: Las palabras vivas. Por Julia Merodio

 
 
 
Julia Merodio, gran seguidora apasionada de Jesús, es ante todo una madre convencida de que Dios se hace presente de una manera especial en las relaciones humanas y, en concreto, en la familia. De ahí su dedicación a los cursillos prematrimoniales en la parroquia Santa María de la Esperanza (en donde he tenido el privilegio de conocerla), y a sus múltiples e innumerables charlas, conferencias, retiros, etc. que prodiga a lo largo y ancho de España. Es autora de varios libros, entre los cuales quiero destacar ¿Vives o convives?, una auténtica joya para vivir el encuentro con tu pareja como oportunidad de encuentro con Dios. Desde aquí mi más sincero agradecimiento por su colaboración en este blog. (Nota del administrador.)
 
Desde el primer momento que vi anunciado este libro sabía que lo leería. Las palabras que anteceden al título tiraron de mí para que no demorase el tenerlo en mi poder: “Confidencias de Juan, el discípulo predilecto”. ¿Qué tendría que decirnos?
 
Pedro Miguel Lamet sj, según descubro en su biografía, ha publicado treinta y siete libros, ha sido director del semanario Vida Nueva y columnista en diversos periódicos, emisoras y revistas (Radio Vaticano, Cadena Cope, Radio Nacional, Pueblo, El País, El Globo), especialmente de Diario 16, además de profesor de Estética y Cinematografía en varias universidades, habiendo obtenido ocho premios periodísticos y literarios.
Por apuntar alguna de sus obras reseñaré: El mar de dentro, La seducción de Dios, Arrupe, José Mª Rubio: Como lámpara encendida, Juan Pablo II, hombre y Papa, Diario de María de Nazaret, El aventurero de Dios: Francisco Javier y uno, también muy reciente, sobre la persecución de la Compañía de Jesús en tiempos de Carlos III.
 
Este último libro de Lamet, que ahora presento: Las palabras vivas, es un libro que atrapa rápidamente y, aunque sus textos son más para saborear y leer despacio, es imposible conseguirlo. Según vas leyendo, quieres ir más allá. Seguro que la mayoría de la gente lo leerá enseguida –como hice yo- pero sin dejar de volver a él para desmenuzarlo e interiorizarlo.
Su contenido sitúa a Juan, el discípulo amado, en su senectud, con la experiencia que da la vida ya vivida y lo ubica en la isla de Patmos.
Juan vuelve a pescar. Posiblemente lo necesitase para comer. Su vida había sido la pesca y hacer otras cosas quizá le costase.
Al terminar la faena, como persona entrada en años, se sienta en una roca desde donde, mirando al infinito, deja discurrir por su mente la proyección del pasado.
Como no podía ser de otra manera, recuerda los momentos pasados junto a Jesús, junto a Pedro, junto a sus compañeros de grupo…
Pero llega el momento de volver. La pequeña isla, donde se ha instalado, es como su celda, su templo, su casa desde donde sus ojos cansados leen pergaminos sin cesar.
Mas después de haber meditado todo el día, llega la noche sobre el entorno. También sobre aquel manso y amigo mar de Tiberíades donde, evocado por el bramido del agua, se saborea el silencio de Dios.
Juan ha llegado a casa, ha encendido el fuego, asa pescado y, junto a un vaso de vino, repone las fuerzas perdidas durante el día, para descansar después, sobre el lecho de una piel de camello.
Hay veces que de tanto escribir confunde el día con la noche, silencio en el que escucha su anciano corazón.
– Señor, ¿qué quieres de mí? –se pregunta-. Tu silencio es más espeso que tus palabras. El hombre siempre intenta atrapar el no-tiempo como ráfaga de luz, volviendo enseguida a la noche, la oscuridad y la fe.
Mas ¿cómo es el silencio? ¿A qué compararlo? El silencio es como una copa vacía, como una cueva donde grita la noche, como una barca sin velas, como el hueco abismal donde habla la vida.
– Dios mío, ¿qué quieres de mí?
De pronto un trueno zarandea su cabaña. Empieza a llover. Juan levanta sus enrojecidos ojos y descubre en la lluvia el beso de Dios que se le acerca.
¡Qué lejos y qué cerca estaba todo lo vivido! Fue, precisamente entonces, cuando el silencio habló:
Hola, Joannes. ¿Cómo estás, amigo mío? ¿Qué te entristece? ¿No sabes que siempre estoy a tu lado? ¿No significa tu nombre “el Señor es misericordioso”?
A Juan, el fuego le debió de quemar las entrañas, mientras la luz iluminaba su alma.
Te queda algo por escribir, Juan. 
– Pero Señor, ¡si no he parado de escribir, de contar todo lo que viví contigo!
Sí, pero ahora contarás mi vida de forma distinta. Contarás cuanto te mostré durante tu estancia en Éfeso; contarás todo, desde ese Logos abrasador que conoces. Has trascrito mis revelaciones, tu libro profético. Esos textos que iluminarán a mis hermanos a través de los siglos. Junto a los escritos de Marcos, Lucas y Mateo, abrirán el alma de muchos a mi Reino. Pero ahora Joannes, abrirás tu corazón y contarás mis últimos secretos, el diario de nuestra amistad. 
– Señor, pero si he dicho todo cuanto sé y me has revelado. Si puse sabor y saber a cuanto escribí. Si puse todo mi amor para pasar de la anécdota a la contemplación. Si pasé del hecho al símbolo…
– Nadie sabe como tú qué sabor tienen las palabras: agua, pastor, luz, camino, paloma, palabra, pan, vino…
– Tu evangelio fue escrito desde la luz del Espíritu que nos enviaste. ¿Qué quieres ahora?
– Joannes, ¿te acuerdas de lo que sentiste aquella noche en que apoyaste tu cabeza en mi regazo? ¿Te acuerdas de lo que viste entonces?
– Pero Señor, ¿cómo no lo voy a recordar si lo llevo grabado en el fondo de mi alma?
– Pues bien, amigo mío, escríbelo.
Un trueno rezagado irrumpió en su habitación y Juan despertó. Estaba llorando y una gran paz inundaba su alma.
Jesús, una vez más, había estado con su amigo, el predilecto.
 
El autor firmando su obra
en la Feria del Libro de Madrid.
Y precisamente, eso que Juan –supuestamente- escribió es lo que está plasmado en este apasionante y seductor libro que te atrapa desde el momento en que lees la primera línea.
Un libro basado en los escritos joánicos, a medio camino entre la reconstrucción literaria, el contenido exegético y un pequeño tratado de espiritualidad.
El texto, escrito en primera persona, es un relato ameno y profundo que parte de las palabras más queridas: la barca, la luz, el agua, la vida, la mujer, la madre, el trueno…
Es un libro que puede ayudar mucho a la meditación hasta, quizá, poder exclamar con el discípulo amado: “Puedo oír las palabras de Jesús y contemplar sus gestos… Puedo llegar al corazón de Cristo”.
Espero que, si accedéis al libro, os apasione tanto como a mí.
 
Lamet, Pedro Miguel: Las palabras vivas. Confidencias de Juan, el discípulo predilecto. Paulinas, Madrid, 2011. 200 páginas. Comentario realizado por Julia Merodio.
 
 

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Bel ami, el seductor arribista

Nada menos que trece adaptaciones cinematográficas ha merecido “Bel ami”, una de las  novelas más brillantes de Guy de Maupassant; desde la de Augusto Genina en 1919 a la penúltima de Philippe Triboit, estrenada en 2005, pasando por la más aplaudida de Willi Forst en 1939. Quizás la razón de tantos intentos de llevar al cine esta obra del vitalmente inadaptado, casi loco, Maupassant,  que acabó suicidándose, es que era ya, por su contenido pasional y realista, un gran guion cinematográfico. Además, Maupassant es uno de los escritores más adaptados en la historia del cine. Sus libros han tentado desde Von Stemberg, Renoir, John  Ford y Robert Wise hasta Max Ophuls, Luis Buñuel o Arturo Repstein. Pero no olvidemos que toda buena adaptación no es nunca una mera traslación de un buen texto, sino su recreación libre en imágenes, buscando, más que la literalidad, el espíritu de la obra original.

Vanidoso, ambicioso y absolutamente falto de escrúpulos, Georges Duroy, el protagonista de Bel Ami es el perfecto arribista, dispuesto a todo,

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