Un antiguo técnico de mantenimiento de Diario16, me dijo un día en que le hablé en su jerga sobre ordenadores.» ¡Ah! ¿O sea, que tú también eres un «culo informático»?» Con esta terminología se refería él a los que por oficio pasamos muchas horas ante la pantalla y controlamos mínimamente algo de este nuevo universo de los megas y los microchips. Claro que el que escribe lo hace por obligación y por las facilidades que al escritor y periodista le reporta esta máquina diabólica que de pronto te pone al pie de la noticia como dentro de la más arcaica base de datos sobre papiros egipcios. Pero hay mucha variedad de culos informáticos. Están los que se enganchan por ludopatía, los que ligan por el chat, los escriben programas y los que simplemente navegan toda la noche como obsesos sin apenas conciliar el sueño.
Por ejemplo, la internetmanía está llegando a extremos peligrosos. Leo ayer que «un joven lleva seis meses enganchado a la Red sin salir de su casa». Tras el sorprendente titular descubro, con cierto alivio, que no se trata al parecer de un enfermo mental, sino de un joven estadounidense de veintiséis años que intenta realizar un experimento: Mostrar al mundo cómo se puede vivir colgado de Internet un año entero sin otro contacto con el mundo exterior.
Este eremita de la informática se metió en su cueva virtual el pasado uno de enero y piensa seguir así, sin salir de casa hasta el uno de enero del 2001con los comienzos del siglo. Mitch Maddox, que así se llama el angelito, hace de todo por ordenador, menos ir al retrete. Oye la radio, ve la tele, hace la compra, conecta con su banco, juega, estudia, liga -virtualmente, se entiende-, habla con mamá, y lee, si es que se puede llamar leer lo que se hace por la pantalla del ordenata.
Parece que la idea es centrarse en las posibilidades del comercio electrónico y cómo puede ayudar a las familias, según la página de Internet (www.dotcomguy.com) del autor de este experimento, que tiene acceso a tres ordenadores y, como era de esperar, utiliza Internet para pedir las reparaciones de su equipo. Para que quede claro que no se escapa a ratos al bar de la esquina ni a hacer un poco de footing, un sistema de doce cámaras de televisión, instalado en su apartamento de Dallas, permite verle las 24 horas del día, con excepción de los momentos en que va al baño. Vamos, una especie de Gran Hermano, pero en solitario y para potenciar aún más la gran obsesión del neoliberalismo económico: sacar «pasta» como sea.
El nuevo internauta anacoreta, que era gerente de sistemas informáticos en Dallas (Texas), da que pensar. Como dan que pensar los datos que se difundieron ayer sobre los niños españoles, que se pasan más horas delante de la televisión que en la escuela. O las recientes noticias del «samurai de Murcia» o las adolescentes asesinas de San Fernando, que mataron por notoriedad. No hay más que ver a los habitantes de Gran Hermano apenas salen de la casa y son entrevistados: Rezuman felicidad por todos los poros, al haberse convertido de pronto, y si el más mínimo mérito por su parte, en noticia y «famosos» de los medios.
Tengo que confesar que soy un gran usuario de estos inventos: desde el móvil a la agenda electrónica, pasando por el portátil e Internet. Y he encontrado excelentes ayudas en mi trabajo, en mis investigaciones, archivos y acceso al conocimiento de todo orden. Asistimos a una auténtica revolución cultural que solo tienen parangón con las que produjeron Guttemberg y la revolución industrial. Pero toda cara tiene su cruz y todo progreso su contrapartida.
El ordenador e Internet está creando paradójicamente grandes solitarios, que no toman el aire, no se relacionan normalmente y no tienen tiempo para leer libros, jugar al dominó con los amigos o ir al teatro. El otro día me bajé de la red, casi sin darme cuenta, un extraño programa que instala en la esquina de tu pantalla un pequeño orangután virtual de color lila, que se comporta en todo como un ser vivo: Te cuenta chistes, bosteza, se duerme, te ayuda a revisar el correo electrónico y a navegar por la red. Este ser, que se queja, se ríe, te piropea, no es, claro esta, algo gratis. De vez en cuando te pide que te conectes a su página y desde allí te ofrece de todo, desde comprar libros o discos a prepararte un viaje y, por supuesto, a ser actualizado de modo que pueda escucharte y tú hablar con él .Todo a base de dólares y tirar de la tarjeta de crédito. Y no acaba ahí la cosa. Mientras está conectado aprende sus papás americanos y quién sabe qué datos les reporta de tu disco duro.
En resumen, que no es oro todo lo que reluce en el entorno del ordenador y la red de redes. Que se están encendiendo semáforos sobre la deshumanización y las desviaciones patológicas de la sobre-información y el enganche a las diversas pantallas. Y que lo más grave de esta inflación de datos y máquinas, la tecnología wap y los mil timbres que suenan a todas horas y en todos sitios, es que nos aparten de la vida, del paseo sosegado, del momento de meditación mirando simplemente el paisaje o de saborear sin más las páginas de un buen libro. Que al final puede convertirnos en autistas del chip, solitarios robinsones incomunicados que tampoco dispongamos de tiempo para estar con nosotros mismos: Puros culos informáticos.
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