Siempre hace buen tiempo

Tag Archives: Autoliberación

La presencia, el corazón de la cebolla

Contemplo a la gente en vacaciones y se parece mucho a la estresada de la vida cotidiana. Viven el tiempo como una carrera; en verano, carrera del disfrute, desde el miedo a perder el minuto. Con lo cual este modo de huir nunca es un verdadero descanso, ni para el cuerpo ni para la mente.

Nadie para. Todo el mundo huye de algo, probablemente de sí mismo: de la tortura de un pasado que no se acepta y el miedo a lo que va a pasar en el futuro. El problema parte de una desconexión central. El yo del ser humano es como una cebolla, con capas superficiales que nos subyugan con incentivos múltiples y alimentan el pequeño ego, el del éxito, el apego, la inmediatez.

Hacer turismo, por ejemplo, es disparar fotos como una metralleta: cuanto más vemos, menos miramos, y las imágenes no calan en el interior. Se acumulan en la memoria del smartphone.

Solo se vive plenamente conectando desde la almendra de la vida, el silencio profundo, la capa que se oculta en lo innombrable. En un rincón hondo donde siempre hay Presencia. Desde la Presencia la vida es ahora, toda la Vida. Ese “yo soy” conecta con la libertad, la luz, la hermosura, la verdad. Pero no la puedes calificar. Si le pones un nombre, la estropeas. La parcelas, la conceptualizas. Es, es simplemente.

Morder una fruta, contemplar una flor, hundirte en un crepúsculo, ahondar en una mirada. Todo es gracia, todo es plenitud. Pero para vivirlo hay que dar el salto de la utilidad, la propiedad, el dominio o poder, el miedo a perder o la obsesión del tener.

El “negarse a sí mismo” del Evangelio, es un “no” a ese pequeño ego superficial y agobiado, y un sí genial al “yo” conectado con la Presencia. Aunque sea un instante, rompe con la mente y desde el silencio saborea la Presencia, más allá de tiempo.

“El reino de los cielos dentro de vosotros está” (Lc 17, 20-25)

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Cómo sobrevivir a las malas noticias

Playa de Alvor (Portugal)

El bombardeo de noticias negativas en los informativos está creando un ambiente angustioso en las personas, que se ven afectadas consciente e inconscientemente. Siempre está vigente el axioma periodístico de que no es noticia que “un perro muerda a un hombre”, sino el que “un hombre muerda a un perro”, lo nuevo, lo diferente, lo ruptural. Pero hoy día son tantas las noticias negativas que es difícil permanecer incólume después de ver un telediario: guerra, crisis del gas, el petróleo, la economía, el medio ambiente, el drama de los pueblos empobrecidos, los suicidios, las fake news y un largo etcétera.

¿Qué hacer? Algunos han optado por evadirse y no seguir las noticias, porque no pueden más. Otros se hacen negacionistas contra la pandemia, el cambio climático, la veracidad de las noticias o su manipulación en favor de las grandes potencias. En todo caso, una reacción frecuente es la evasión. Pero ¿huir de la realidad es una actitud evangélica?

Quizás la única actitud realmente cristiana es cambiar nuestra óptica y mirar con gafas de profundidad. Hay que partir en primer lugar del sujeto que mira, que sigue la noticia. Si la seguimos desde lo obvio, lo inmediato y el futuro próximo, desde luego es para deprimirse: pero, si en nuestro interior estamos “en el centro” todo aparece distinto.

¿Qué es vivir en el centro? Situarse en una zona más íntima, más allá de las capas superficiales que se quedan en la apariencia, una zona serena donde nuestro ser conecta con el Ser.

Hoy la gente vive en la cáscara de todo, influenciada por la tabarra de su mente, agobiada por lo que no hizo o hizo mal en el pasado o preocupada por el futuro. Se pasa películas hipotéticas sobre lo que le va a suceder cuando pierda el trabajo, le pase algo a sus hijos, le llegue la ancianidad. Pues bien, hay en nosotros un “centro” que se encuentra bien y se conecta con la plenitud que fuimos, somos y seremos. Es el fondo del mar, donde el oleaje de las tempestades no llega.

Continue reading…→
Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Mi niño olvidado

Las noticias de niños abandonados sobre todo entre los refugiados e inmigrantes se multiplican ¿Podríamos recuperar en nosotros esa paz y quietud de la infancia? El breve salmo 130 parece revelarnos el secreto:

La primera causa de nuestra turbación y de lo que nos hace infelices procede de nuestros deseos. Si nos sentimos amenazados es porque tememos que nos quiten lo que tenemos o que no podamos alcanzar lo que deseamos. Hoy nos mata la ambición, la mirada altanera de un personaje que nos hemos creado mentalmente para sentirnos superiores y pisar fuerte por la vida. Funcionamos a golpe de impactos televisivos y publicitarios, escalones de consumo, que configuran desde fuera nuestra falsa identidad.

Señor, mi corazón no es ambicioso,

ni mis ojos altaneros;

no pretendo grandezas

que superan mi capacidad;

sino que acallo y modero mis deseos,

como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor

ahora y por siempre.

p

Pero la clave está en el niño que hay dentro de nosotros. Salimos bien de fábrica. Estábamos conectados con la verdad, como este delicioso bebé. Crecimos y nos fuimos elaborando una serie de capas sobre el núcleo de nuestra verdadera identidad. El niño se quedó progresivamente ahogado por una hojarasca de falsos “yoes” elaborados por la mente.

Jesús toca esa esencia del ser cuando pide que regresemos al niño para entrar en la dimensión nueva de su reinado. Cuando no tengo, tengo; cuando no soy, soy, cuando me pierdo. encuentro. “¿Nacer de nuevo?”, pregunta asombrado Nicodemo. “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu espíritu es.”

Cierra los ojos y descansa acunado por unos brazos invisibles. ”Nada te turbe, nada te espante”. Hay algo dentro de ti que espera y está bien. Vuelve al menos un instante a ese niño olvidado que nunca dejaste de ser.

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather

Cuando Dios imagina a Dios

Cuando el hombre imagina a Dios, los sitúa entre nubes, rodeado de rayos y centellas, abriendo abismos, separando mares y levantando con su poderoso dedo montañas y continentes. Cuando el hombre piensa en Dios, lo hace tronar desde las alturas como creador, legislador, juez castigador y todopoderoso dueño. Pero cuando Dios imagina a Dios, comienza por romper todos los códigos de nuestras insignificantes vidas. Da miedo a veces del Dios que se inventa el hombre. Sólo Dios pudo inventarse a un Dios así, que ríe y llora entre las pajas, tembloroso y frágil; del tamaño de nuestro acurruque y nuestro abrazo, colándose por amor entre los pliegues de la historia y el tiempo. Sólo Dios pudo pergeñar una religión así, que de tan hermosa parece absurda, que de tan grande parece pequeña, que de tan humana tiene el inconfundible sabor de lo divino. Sólo Dios pudo inventarte a ti y tu entrañable Navidad, mi niño Jesús.Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmailby feather