Siempre hace buen tiempo

El patio de Antezana

 

A este patio, recoleto y silencioso, situado en la porticada calle Mayor de Alcalá de Henares, desde la que se entra por un pasadizo, llegó cierto día de 1526 un pobre peregrino, que pretendía estudiar en la Universidad de Cisneros.. Se llamaba Íñigo de Loyola y había trocado sus armas de caballero por un humilde sayal para seguir de cerca a Jesucristo por los polvorientos caminos del mundo. Este patio del Hospital de Antezana, hoy asilo de ancianos, se ha parado en el tiempo. Conserva entre geranios su pozo en un rincón y su balconada de madera, destartalada y quieta, tras la que hay un fogón donde dicen que el santo se hacía su comida. Casi puede escucharse la bien timbrada voz del converso gentilhombre: “Dios mío, padre mío, criador mío: gracias y alabanzas te hago por tantas mercedes como me has hecho…”, exhortando a la pobre gente a “en todo amar y servir”; una voz solo interrumpida por el canto de los pajarillos y voces que se aproximan de alguaciles de la Inquisición.

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