byABÍSMAME EN TU SER
Si del silencio hiciera un abismando hueco,
y en las tardes sin nadie el diapasón ardiente
del aire sobre el aire
hasta matarme el ego
por ser contigo
uno,
dormiría
tan dormido y despierto,
tan nada y todo en uno,
como esa nube leve
del sol atravesada.
Si esta noche me dieras
el saber sin concepto,
un ser sin etiqueta,
un navegar sin barco
y una luna sin tiempo,
que en las sombras fabrica
la amenaza del miedo,
quizás descubriría
el vaivén de mi cuna
y el sabor de tu verso.
Si mañana es ahora
y ayer ya no amanece
y es hoy solo un instante
que se esfuma ya yerto,
abísmame en tu Ser
porque así me diluya
mientras deambulo absorto
por sendas de tu espejo.
Pedro Miguel Lamet
Humanismo contra la guerra
Sobrio canto a la libertad y al pacifismo con intimismo europeo y estructura de western. En medio de la nada, una escuela. Este plano, primero y último, definen la película, imagen desoladora de una bella historia que se desarrolla en una zona desértica del Atlas argelino durante 1954, fecha en que comienza la guerra con Francia por la descolonización de Argel, que duraría ocho años con toda suerte de atrocidades. El gran humanista y premio Nobel francés Albert Camus, hijo de argelina y colono galo, refleja este sinsentido en un hermoso relato corto titulado “El huésped”, que adapta libremente el cineasta David Oelhoffen en Lejos de los hombres (2014), su segunda película, realizada siete años después de Reencuentro (2007), con actores de renombre como el versátil e incalificable Viggo Mortensen y Reda Kateb o Nick Cave.
Oelhoffen estira el cuento de Camus,
byCómo espera la gaviota
“No es verdad que tú hayas sufrido, / son cuentos tristes que te cuentan. / Tú eres un niño que está triste, / eres un niño que no sueña. / Y la gaviota está esperando / para venir cuando te duermas”. Siempre recuerdo estos versos de José Hierro en su “Canción de cuna para dormir un preso”, cuando descubro junto al mar alguna gaviota. Símbolo de libertad y superación, de volar alto y romper las ataduras que nos encadenan a la tierra, todo los que nos impide liberarnos de nuestros apegos.
Esta gaviota que capturé con mi cámara tiene además una especial sugerencia. Es curioso que siendo un ave que domina el cielo con sus ambiciosos y potentes giros transmita esta quietud profunda cuando reposa, como de sentirse bien en su ser, en armonía con el mar, la costa, el pequeño puerto. Quizá porque no le torturan los pensamientos como a los humanos, porque se acepta plenamente en su “ser gaviota”, porque cumple su papel de pincelada en el cuadro del paisaje, sin otro cometido que dejarse ser, estar en su sitio en el universo.
“No es verdad que te pese el alma. / El alma es aire y humo y seda. / La noche es vasta. Tiene espacios /para volar por donde quieras, / para llegar al alba y ver /las aguas frías que despiertan…/ Duerme, ya tienes en tus manos / el azul de la noche inmensa.”