Siempre hace buen tiempo

Monthly Archives: abril 2011

La santa de Galdós

Un personaje histórico de «Fortunata y Jacinta»

1.- Ernestina Manuel de Villena.

Ernestina Manuel de Villena (1830-1886). Un personaje histórico de Fortunata y Jacinta, ed. Trotta, Madrid, 2000.

Ficción y la realidad vienen a darse la mano en la expresión novelística, y de forma muy peculiar en la obra de Benito Pérez Galdós. Tal es el caso de Guillermina Pacheco en Fortunata y Jacinta: «Lo verdaderamente auténtico y real (de la citada novela) –escribe el novelista canario– es la figura de la santa Guillermina Pacheco. Tan solo me he tomado la licencia de cambiar el nombre. (…) Esta gloriosa personalidad merece a todas luces la canonización». Que un escritor con la acendrada fama de anticlerical de Galdós dedique un artículo a pedir que se eleve a los altares a una contemporánea suya, que al mismo tiempo se convierte en un personaje clave de su novela cumbre, no deja de ser al menos un hecho curioso.

ç Pero hasta ahora cierta oscuridad se había cernido sobre Ernestina Manuel de Villena (1830-1886), distinguida dama e hija de diplomático, nacida en Lucca (Italia) y madrileña de adopción, que se entregó en cuerpo y alma al depauperado Madrid del siglo XIX y que sobrenada entre las dos aguas de la historia y la novela. La investigación galdosiana se ha preguntado reiteradas veces quién era en realidad doña Ernestina, qué valor histórico tiene el retrato que traza de ella Galdós y si no se ríe el autor una vez más de un personaje religioso cuyo sobrino en la novela la llama la rata eclesiástica o la considera otro representante de la, en opinión del escritor, irrealizable utopía cristiana.

Este libro responde en primer lugar a esa pregunta sobre el papel de Ernestina en la obra literaria de Galdós. Y, segundo, ofrece la primera biografía completa de un personaje histórico del siglo XIX, que no solo ilumina sobre el polémico tema de la religiosidad del novelista, sino que constituye en sí mismo un precedente de un voluntariado cristiano solidario que ahora crece espectacularmente en el horizonte del siglo XXI.

Pedro Miguel Lamet articula el libro en tres círculos. En su primera parte analiza al escritor, como principal testigo de la vida de Ernestina y la famosa polémica sobre su religiosidad y anticlericalismo. El personaje de ficción, Guillemina Pacheco, ocupa la segunda parte de su obra, dentro del análisis de Fortunata y Jacinta. La tercera traza la biografía del personaje histórico, apoyada en numerosos documentos inéditos; y finalmente, sus conclusiones comparan la ficción y la vida, donde Guillermina/Ernestina, que aparece como un curioso personaje-puente, además de arrojar nueva luz sobre la novela cumbre del autor canario y la dialéctica pueblo/burguesía del relato, contribuye a la comprensión de la auténtica naturaleza de su cosmovisión cristiana.

Además, la peripecia humana de Ernestina Manuel de Villena vale por sí misma, más allá de toda imbricación en la crítica galdosiana, puesto que su trayectoria revela asombrosos precedentes de un voluntariado laico, comprometido y por libre, cuando la mujer no contaba aún en la sociedad más que como madre, esposa, religiosa, criada u objeto de placer, y apenas bullían en la sombra los primeros brotes socialistas y revolucionarios en nuestro país.

2.- Contenido

Entre la novela y la historia

I. PARTE: EL ESCRITOR
1. Perfil de un solitario
2. La fe de don Benito.
3. Historia de dos casadas.

II PARTE: EL PERSONAJE
4. Doña Guillermina.
5. La santa y el anticlerical.

III. PARTE: LA BIOGRAFÍA
6. La hija del Diplomático.
7. Despertar a los demás.
8. Los maestros de La Salle
9. Una dama en el Cuarto Estado.
10. «Prima hermana del Nazareno».
11. La gloria de Madrid.

Conclusión:
12. Entre la ficción y la vida.

APÉNDICE:
«Santos modernos», por Benito Pérez Galdós.

BIBLIOGRAFÍA.

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Desde mi ventana

1.- Pensamientos de autoliberación

Una vaga sensación de miedo, aburrimiento, angustia, depresión o sin sentido se ha apoderado del ánimo de muchos ciudadanos de hoy, que se preguntan cómo salir del vértigo y el estrés consumista al que están diariamente sometidos. Trabajo, salud y las relaciones humanas se ven así seriamente condicionados por una sociedad que nos oprime y nos impide llegar a ser nosotros mismos.

Dirigido al hombre de la calle, este libro fue escrito para ser abierto en cualquier momento, en el autobús, en casa o en una cola del médico o del cineB y en cualquiera de sus páginas, ofrece una colección de breves pensamientos de autoliberación, a modo de Aaspirinas espirituales@, útiles para el despertar interior y la recuperación personal de la paz y la alegría.

Desde mi ventana invita al lector a que abra su propia ventana a la luz y el paisaje interior. A partir de temas como la expansión del ego, la liberación de las máscaras y la práctica de la intuición, recoge sugerencias para lograr relacionarse sin dependencias y una cosmovisión que ayuda a superar los problemas interpersonales, el sufrimiento, los apegos, el miedo, la vejez y la llamada muerte a través de la unificación del Adentro@y el Afuera@.

Si te apetece leer alguna «píldora» de este libro, pulsa aquí:

 

2.- A tragos de silencio

Con estilo claro, a la vez sencillo y abierto a la sugerencia poética, traza una síntesis de pensamiento oriental y occidental sobre principios de autoayuda y crecimiento personal, por lo que este libro será en un buen compañero de viaje para quien esté necesitado de respiración interior y no goce de demasiado tiempo para la lectura. De esta forma cada cual -afirma el prólogo- descubrirá su propia verdad dentro; porque estoy convencido que la tiene desde siempre, sólo que la ha olvidado, y dará un paso, a pequeños tragos de silencio, hacia la propia realización personal profunda. Tal paso personal será una forma concreta de contribuir al esplendor del universo@. Pues cada ser humano, según el autor, nace con su propia ventana abierta a la felicidad.

 

3.- Contenido

Prólogo: Para empezar.
1. Un yo más yo que yo. (Máscaras del ego).
2. El arte de no pesar. (Los deseos y el sufrimiento).
3. En brazos del Universo. (Para liberarse del miedo).
4. El mirar del alma. (La intuición).
5. Amor o mar. ( Las cosas del querer).
6. Enteramente gratis. (La amistad).
7. Eterno y fugaz. (La muerte).
8. El dentro y el fuera. (Conciencia y mundo).
9. Las citas del alma. (Contemplación y discernimiento).
10. Del cero al infinito. (Búsqueda, aceptación y encuentro.
Epílogo: El amanecer del yo: Diez pasos para despertar

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Mar adentro

Marinero varado

Los españoles, que seguimos día a día la peripecia humana de Ramón Sampedro, el tetrapléjico gallego que decidió quitarse la vida, asistimos de algún modo a la muerte en directo. Una muerte que no era ficción, por mucho que se nos hurtara en la tv sus últimos estertores, sino una muerte real. El cine a través de su historia nos ha obsequiado con millares de muertes, convertidas en espectáculo más o menos creíble, dramático, estético o denigrante. Pero pocas veces, cuando el film se hace crónica, la hemos vivido tan cerca como la de Sampedro.
Convertido en bandera moral, ideológica y hasta política, Sampedro, un cerebro lúcido incrustado en un cuerpo inerte, estuvo en el centro del debate de la eutanasia activa y en las reivindicaciones de las asociaciones “para morir dignamente”.
Llevar esta tragedia personal al cine era un enorme desafío y más aún llegar a convertirla en una película con éxito comercial. Alejandro Amenábar, que no puede negar un cierto discipulado de la fascinación de Hitchcock y de los recursos de Spielberg, ha respondido a este reto con una obra honesta, de gran calidad fílmica y estremecedora vibración humana. La más viva y cercana al espectador de toda su filmografía compuesta hasta ahora de cuatro películas.
Inmerso en el misterioso paisaje gallego, de belleza triste como la muerte, e identificado por simpatía –en la acepción más etimológica del término de sentir-con- con su protagonista-, el joven realizador ha optado, entre las diversas opciones que tenía, por la crónica amable y poética. Podría haberse limitado al reportaje duro, a la denuncia seca a lo Truman Capote o la tragedia existencialista y documental. Pero para eso Amenábar tendría que sentirse más cercano del cine francés o italiano que del estadounidense.
El film se desarrolla en dos ambientes, que básicamente podrían simbolizar la realidad y el sueño, la muerte y la vida. El primero es la casa donde vive Ramón, la vivienda de un campesino en la Galicia profunda. Esta recreación es lo mejor de la película. Nos sumerge en la cotidianidad de la familia, que ha aceptado plenamente convivir con el enfermo, pero que tienen sus dispares modos de enfocar los deseos de suicidio de Ramón: El viejo padre, Joaquín (Joan Dalmau), que asiste como estatua viviente al drama; su hermano, tosco marinero convertido en campesino que no entiende a Ramón; el sobrino Javi (Tamar Novas), adolescente limpio y desconcertado, y sobre todo la cuñada Manuela (Mabel Ribera) una magnífica encarnación de la mujer del pueblo, sacrificada y silenciosa. La casa es el trasunto de la inmovilidad de Ramón y al mismo tiempo su falta de intimidad, su dependencia absoluta, a pesar de que ha conseguido escribir cartas y poemas y responder al teléfono con la boca. Son los demás los que entran, salen, recorren los pasillos, viven. Ramón sobrevive con su cerebro, su humor y sus ganas de morir.
El otro mundo, prohibido para Ramón, es el de fuera. Amenábar libera a su protagonista y al espectador a través de las escapadas de la mente, una suerte de viajes astrales al campo y al mar, vuelos rasantes al paisaje de la vida. Esta técnica, que podría haber rayado en recurso cursi y meloso en manos de un inexperto director, se integra bien como contrapunto poético a la tragedia y a la claustrofobia. Es el mundo de los que viven la vida, evocado también en los sugerentes planos del viaje real al juzgado de La Coruña.
Entre ambos mundos se mueven los personajes femeninos, que son los que de alguna manera reportan vida al “muerto” Ramón. Ya hemos mencionado a Manuela, el cariño silencioso y abnegado, un personaje arrancado de la vida y que se mueve en el ámbito del hogar, del servicio y del dolor. Luego está Julia (Belén Rueda), la hermosa, rubia y esbelta abogada, que representa el afuera, la utopía, personaje de ficción que intenta hacer comerciable el film, auque la actriz responde con eficacia y sensibilidad a la expectativas. Y, por último, como entre los dos mundos, la realidad y el sueño, Rosa (Lola Dueñas), una galleguiña de Boiro, madre dos hijos, frustrada en el amor, que también se enamora de Ramón y que acabará por estarle más cerca que ninguna.
Pero sobre todo está el propio Ramón, interpretado por Javier Bardem, en una creación en la que el actor se supera a sí mismo, hasta llegar a parecerse al personaje histórico, en sus tics, sus sonrisas, sus escasos movimientos, su habla gallega. Se puede decir que esta película es la historia de un rostro, el de Sampedro, y por tanto en un elevado tanto por ciento el logro de un extraordinario actor.
No obstante el drama de Ramón Sampedro está en cierta manera edulcorado de su terrible realismo gracias, como he dicho a la poesía, el humor –presente en todo el film- y sobre todo el amor y la ternura. Roza el borde del ternurismo, contrabalanceado por el humor y los elementos de la vida cotidiana. Ello hace de Mar adentro un melodrama de factura internacional. Todos los personajes son fílmicamente creíbles, aunque el de Belén Rueda es un tributo, como he dicho, a la viabilidad taquillera del la obra. La música, compuesta por el propio Amenábar, con ayuda de músicos gallegos y la fotografía, empastada en una luz también muy gallega y abierta a su bronco mar, coadyuvan a una cámara que ama a sus personajes con leves y acariciadores movimientos.
Desde el punto de vista ético, sociológico y político, ¿toma partido? Amenábar ha dicho que no está ni a favor ni en contra de la eutanasia, sino que pretende relatar un hecho humano. En cierta medida es así, porque al final de cuentas se trata de una película sobre la vida, un canto a la libertad y al amor, por encima de todo. No obstante hay evidentes y explícitos juicios críticos a la postura de la sociedad, los jueces y la Iglesia católica. Esta última aparece ridiculizada con la intervención de un sacerdote tetrapléjico que va a visitar a Ramón y no puede ser subido por las escaleras, teniendo que comunicarse a través de sus ayudantes. La ridiculización de este cura – en la vida real miembro del Opus Dei y en la película, no se sabe por qué (quizás por miedo al poder de la Obra), jesuita- es tan sarcástica que se despega como un postizo. Más allá de este nervioso brote anticlerical, donde casi siempre se desmadra el cine español, se echa de menos que alguien explique en el film la postura contraria desde el respeto y la sensibilidad que domina en el resto de la película.
Pero a la pregunta sobre si el film está o no favor de la eutanasia, hay que responder que Amenábar está a favor de la decisión personal e intransferible de un ser humano, Sampedro, como el mismo Ramón dice en el film, revelando contradicciones de posturas contrarias como la pena de muerte o la defensa de la propiedad privada. En otra escena, cuando Rosa le interroga sobre la otra vida después de la muerte, Ramón, muy racionalista, le respondo que un pálpito le dice que en la otra vida no hay nada, aunque siempre queda la supervivencia a través del recuerdo y la poesía.
En una palabra, un bello y estremecedor film que consolida a un gran realizador, acercándolo al público, frente a sus obras más artificiosas y frías como Tesis o Los otros, y lo introduce en el mundo de los insondables sentimientos. No es una obra maestra, en el sentido de que tiene sus trampas, concesiones o fugas a la angustia insoportable del tema. Me imagino con el rigor que habría rodado esta misma historia un Bergman, un Buñuel , un Bresson o incluso un Rossellini. Pero también es verdad que este film sobre el “derecho a la muerte digna” se convierte en un canto a la vida desde un cerebro; al amor gratuito y sin manos, en definitiva a una forma de fe que hace que se superen a sí mismos en los límites de su cuerpo. Es un film poético y en la poesía, que redime o es el hontanar secreto de toda realidad, siempre habita el misterio, un sabor a más que está más allá paradójicamente incluso del nihilismo de una concepción puramente material de la vida, que la película parecería defender. Como si al final ganara el alma, le mente, o como quiera llamársele al elán vital que anima la vida a la que renuncia el protagonista.

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Director: Alejandro Amenábar .-Guión: Alejandro Amenábar, Mateo Gil.-Productor: Fernando Bovaira, Alejandro Amenábar.-Intérpretes: Javier Bardem (Ramón Sanpedro), Belén Rueda (Julia), Lola Dueñas (Manuela), Mabel Rivera (Rosa), Celso Bugallo (José), Clara Segura (Gené), Joan Dalmau (Joaquín), Alberto Jiménez (Germán), Tamar Novas (Javi).-Música : Alejandro Amenábar .-Fotografía: Javier Aguirresarobe, Montaje: Iván Aledo.-Duración: 110 minutos.

Leer el poema de Ramón Sampedro, que dio título a la cinta.

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Gigantes

Don Quijote los miraba amenazantes, lanza en ristre y con los ojos desorbitados, mientras el realista Sancho pretendía en vano disuadirle: «Que no son gigantes, mi señor, sino molinos». Probablemente fueron estos pacíficos y soleados molinos de Consuegra o similares los que inspiraron a Cervantes a mostrar en este episodio de su genial novela cómo nuestra obsesionada mente puede llegar a ver lo que quiere ver y no lo que en realidad hay delante de nuestros ojos. ¡Cuántos miedos, angustias y otros virus mentales dependen de una óptica apasionada y errónea! ¿Qué grandes o pequeñas locuras nos impiden ser en realidad felices? Aunque a fin de cuentas ni Sancho ni don Quijote tienen toda la razón. Porque son molinos, si, pero molinos cuyas aspas, gracias al ensueño, pueden convertirnos en gigantes.

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La mala educación

Una denuncia frustrada

Las altas cotas de calidad y clasicismo alcanzadas por Pedro Almodóvar en Hable con ella, que consiguió un merecido Oscar de Hollywood, hacían pensar que el realizador manchego se lo ponía muy difícil a sí mismo al abordar un tema tan delicado como las consecuencias de la mala educación o el mundo sutil de la preadolescencia contemplada desde la edad adulta.

Almodóvar ya sentó un precedente de esta película en La ley del deseo (1986), cuando el personaje del transexual que encarnaba Carmen Maura entra en la iglesia del colegio donde estudió de niño. Encuentra a un cura tocando el órgano, en el coro. El cura le pregunta quién es; Carmen le confiesa que fue alumno del colegio y que él (el sacerdote) estuvo enamorado de él. Aunque el propio autor del film reconoce que tenía la idea desde entonces, se puede decir que en este vidrioso tema de la pedofilia ha llovido mucho, sobre todo después de los escándalos del clero católico en Estados Unidos, lo que ha supuesto en cierta medida que se levante “la veda” del sacerdote, considerado hasta hace relativamente poco como un personaje tabú.

No obstante se ve, por la evolución que la idea ha tenido en la cabeza de Almodóvar, que el guión de La mala educación ha sufrido fuertes vicisitudes que lo han hecho evolucionar, como reconoce el propio Pedro:»Antes era un relato de revancha, pero ahora ya no hay ese tono y uso a los curas, para hablar del amor, la pasión, las obsesiones sexuales y los distintos errores que uno adopta en la pasión, porque los personajes son en un momento víctimas y en otro verdugos», explicó Almodóvar, quien sí ha conservado el relato original de un cuento que escribió hace treinta años.

Y con un cuento titulado “La visita” que lleva un primerizo actor a un joven director arranca el film. Tres son las visitas (del rencor) que se superponen y componen la trama, siempre en forma de triángulo. La primera es una visita al pasado (dos niños conocen la amistad, el cine y el miedo en un colegio religioso a principio de los años 60. El cura que les da clase de literatura es testigo y parte de estos descubrimientos). Los tres personajes vuelven a encontrarse dos veces más, a final de los años 70 y en el 80.

La estructura fílmica no es original. Se limita al doble juego de la película que se rueda dentro de la película. Esta nos permite ver cómo el protagonista, Enrique, el realizador del film, recuerda sus años de colegio, idealizados por el paso del tiempo y sus relaciones con su compañero Ignacio y el padre Manolo. El primero su “primer amor” homosexual; el segundo el educador sacerdote y religioso pedófilo. Si Ignacio es el típico alumno guapo, solitario y sensible, el padre Manolo representa un reprimido clérigo, profesor de literatura, también sensible con ciertas connotaciones místicas, que mezcla la estética religiosa con sus desviadas tendencias sexuales.

Sin embargo esta parte de evocación del colegio religioso, que da título al film, no es la más importante. Se conoce que Almodóvar, tan pendiente siempre del marketing de sus películas, le ha tenido miedo a entrar a fondo en situaciones tan resbaladizas. La historia del colegio (que aparece sólo en la película dentro de la película, no en la vida real) es un puñado de escenas, donde los mayores logros se dan en la visualización estética: el niño cantando de monaguillo, las escenas de gimnasia, los homenajes al cine del pueblo y un film de Sarita Montiel, el juego de las miradas, la liturgia. Almodóvar no se libra aquí del tópico fácil y simplificador: enseñanza castrante y represiva de la libertad, sintetizada en la frase del niño Enrique sobre la libertad: “Yo no creo en Dios. Soy hedonista. Lo he leído en el diccionario: son lo que se lo pasan bien porque no creen en el infierno”. No hay un solo cura simpático ni una idea liberadora en dicha enseñanza religiosa.

Por tanto el film deviene desde el principio hasta el final en un nuevo análisis de las relaciones homosexuales, que lo convierten en un trhiller y tragedia a través de una frustrada transexualidad y un deterioro por la drogadicción. La reaparición posterior de los personajes, ya sin ninguna idealización fílmica, resulta patética. Especialmente el sacerdote secularizado y casado. De esa quema sólo se salva, como siempre, la figura de la madre, enferma y sufridora en el pueblo, que reproduce otra de las idealizaciones almodovarianas.

En una palabra, Pedro Almodóvar, ha perdido la gran ocasión de realizar su gran film sobre la adolescencia, su Au revoir les enfants, por ejemplo, para reincidir en otra inmersión en el mundo cerrado de las homosexualidad, esta vez sin apenas “chicas Almodóvar”, con menos dosis de humor y con unos diálogos que, sobre todo en la segunda parte de la película, tan reiterativos la ralentizan y le sustraen riqueza icónica. La razón de fondo es el desenfoque del guión y la pluralidad de objetivos del film.

He leído no sé donde que si esta película no llevara la firma de Almodóvar, la hubieran tachado de simplemente mala. En parte dicha crítica lleva razón. Lo que le presta cierta calidad es precisamente el buen pulso del realizador manchego que se aprecia en el juego, más o menos aceptable, de un guión con sus sorpresas a modo de cajas chinas y, sobre todo, en una traducción en imágenes que alcanza logros estetéticos como los planos de la clase de gimnasia o la secuencia en que el niño Ignacio canta para la comunidad de religiosos en el refectorio.

Es una pena, porque en Hable con ella, Pedro Almodóvar demostró que puede ir más allá del puro histrionismo impactante, el humor chusco y el simbolismo celtibérico, para tratar temas de hondo alcance ético y trascendente. Quizás la proximidad de los propios demonios –él ha reconocido que el film refleja su vida, aunque no sea literalmente auotobiográfico- le hayan impedido ver el bosque. Porque ni siquiera la denuncia de esa “mala educación” tiene claro objetivo, como no lo tiene una hipotética defensa del amor que no pasa de soledad epidérmica.

Producción: España, 2004.-Guión y Dirección: Pedro Almodóvar .-Productores Ejecutivos : Agustin Almodóvar,Esther Garcia.-Intérpretes: Gael Garcia Bernal (Zahara/Ángel/Juan), Fele Martínez (Enrique), Javier Camara (Paca/ Paquito), Lluis Homar S. (Berenguer), Daniel Giménez Cacho (Padre Manolo). Fotografía : Jose Luis Alcaine.-Montaje: Jose Salcedo.-Música: Alberto Iglesias.-Directora de Producción : Esther García.-Director Artístico: Antxon Gómez.-Sonido: Miguel Rejas.-Vestuario: Paco Delgado.-Maquillaje: Ana Lozano.

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Arrupe, testigo del siglo XX, profeta del XXI

CONTENIDO

INTRODUCCION

1. EL DÍA SIN HORA

2. LAS AVENTURAS DE PERU Por fin un niño! El primer adiós. Universitario en Madrid. El primer contacto con la injusticia. Matrícula en medicina.

3. DE MEDICO A JESUITA Todo oscuro. Milagro por dentro. La decisión. Camino de Loyola.

4. RENACER EN LOYOLA El maestro: un vasco enjuto. El disco de Arrupe. El oficio de ángel. Del chiste a la mística. Amigos en el Señor. Una corazonada.

5. TODO ES HORIZONTE El voto a una potencia extranjera. Un desterrado feliz. Misas de más de dos horas. Hacia el otro lado del charco. América en vivo.

6. DE CLEVELAND A YOKOHAMA En cárceles de máxima seguridad. Llorando frente a Yokohama.

7. AQUEL JAPÓN INCREÍBLE Así no es Japón. Hana ga takai desu ne: Menuda narizota! Brazos en alto sobre el Fuji-san.

8. UN PÁRROCO SINGULAR En la parroquia de Javier. El hombre orquesta. La sutil alma japonesa. El yo profundo del zen.

9. LUZ EN LA CÁRCEL «Espía internacional». Una celda desnuda. Un preso que cautiva. Esta noche es Nochebuena. La vuelta al hogar.

10. EL MAESTRO El infinito en una taza de té. Noviciado en tiempos de guerra. Perfil de un maestro. Transmitir una vivencia.

11. LA BOMBA Operación «Mahttan». El «Pika-don». Hospital improvisado. Un desierto de cenizas. Misa sobre Hiroshima. Un saco de ácido bórico. «usted dé duro». Patología radiactiva. Sombras de Hiroshima. Estallido de una nueva era.

12. CONDENADOS A VIVIR Hirohito deja de ser Dios. Quemando cadáveres. Como si todo el tiempo fuera para mí. Libros en japonés. Donde nunca estás tú. Mira a la persona, y luego predícale.

13. LIDER DE UN PEQUERO MUNDO Aprendan el reglamento del béisbol .Tiene la eternidad para descansar. Conferencias de un amigo. En el lugar del otro. La colina de los mártires. Acusado en Roma.

14. GENERAL PARA UN CONCILIO Papa de transición. Brindis profético. En primera página. En defensa de Teilhard. Cara a cara con el Papa. Fe para el año 2000. Con el fundador del Opus Dei. Noviciado de General

15. LOS CONFLICTIVOS SESENTA La era de la contestación’. Alumbrar el aggiornamento. La carta sobre América Latina. Viaje a la India. Contra el racismo en Estados Unidos. En el Brasil de Dom Helder Vientos nuevos en Medellín. Tensiones en el Vaticano.

16. EN EL CRÁTER DE UN VOLCÁN Reacción conservadora. La conquista de España. La explosión creadora. Condecorado de limpiabotas. El Sínodo sobre la justicia. Dios es legre. Fuego a discreción.

17. LA GRAN OPCIÓN Agenda de un General. Rumores de dimisión y otras campanas.El Papa puntualiza. El stop de la Santa Sede. La opción por la justicia.

18. PERFIL DE UN ÁGUILA Ante las cámaras de la RAI. Jesucristo es todo. Poseído de una misión. Detalles con alma. Como uno más. El último, que apague la luz. Bodas de oro.

19. LA RENUNCIA El discurso póstumo de Juan Pablo I. Tema de pre-conclave. La sorpresa del nuevo Papa. Buena noticia en Pueblo. Gritan los refugiados. La renuncia. Premonición de la prueba.

20. HABLA EL SILENCIO Las últimas cartas. El canto del cisne. La gran prueba. Confidencias de un enfermo. Despedida de un General Una luz en el vacío. EPILOGO

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Testigo del siglo XX, profeta del XXI
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Como lámpara encendida: José María Rubio (1864-1929)

En el Madrid convulso de cambio de siglo, azotado por la crisis económica, la ineficaz alternancia política y  lacerantes desigualdades, surge un hombre de apariencia sencilla que reparte luz y esperanza. Se llama José María Rubio.  Nacido en el pequeño pueblo almeriense de Dalías, llegó a la capital como seminarista  el mismo año en que un cura descerebrado asesinaba en la catedral al primer obispo de Madrid. Tímido y callado, y a pesar de sus limitadas cualidades, se convertirá en un punto de referencia en la sociedad de su tiempo gracias a una increíble fuerza interior. Primero como sacerdote diocesano y luego como jesuita  se hará famoso por sus milagros – videncia, bilocación, profecía, curaciones—y sobre todo por su  total entrega a las clases marginadas y  gran don de consejo. Su mensaje para la felicidad  es bien sencillo: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. Y su secreto, convertirse  en un canal vacío por el que pasaba una energía liberadora, hasta vivir “como lámpara encendida”. Considerado como “el apóstol de Madrid” y continuamente visitado en su tumba por el pueblo, fue canonizado por Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003. Esta biografía recoge con el interés de una novela la aventura de su vida en el marco del agitado Madrid de finales del XIX y principios del XX.

Para saber más de José María Rubio, SJ, cliquee aquí

Contenido

PRESENTACION
1. Amanecer andaluz
2. Primeras armas
3. Escalar en la Iglesia.
4. Calle del Sacramento.
5. ¡Mueran los Jesuitas!
6. Encuentro en alta mar.
7. Partir es vivir un poco.
8. Su  Compañía
9. Como un imán.
10. Aunque es de noche.
11. Con los pobres de la tierra.
12. “Más bien poca cosa”.
13. Difícil camino sencillo.
14. Crepúsculo en Aranjuez.
15. De Madrid al Cielo.
CUADRO CRONOLÓGICO

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La consulta

El viejo despacho de la consulta del doctor, reproducido en un museo de Olivenza (Badajoz), no sólo tiene sabor a rancio. Habla por sí solo de una época donde el tiempo gozaba de otra dimensión. Es cierto que el instrumental médico era pobre y que la medicina ha progresado mucho tecnológica y preventivamente desde entonces. Pero me imagino en ese marco a don Pablo, el amable médico de cabecera de toda la vida, diagnosticando a sus pacientes a golpe de fonendo y grandes dosis de intuición; con aquel Rayos X de artesanía, su báscula elemental y la decrépita Underwood para escribir informes a dos dedos. Y se me antoja que todo era más personal, más humano, menos estándar y menos frío en orden a curar el alma. “¿Qué tal su esposo? ¿Y los niños?” “¡Ay, doctor, qué tranquila me ha dejado! No deje de venir a comer a casa cualquier día…”

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Mystic river

El drama de tres niños grandes

Nadie hubiera podido imaginar, cuando le veíamos de duro protagonista de los westerns espaguetis rodados en Almería por Sergio Leone, que Clint Estwood iba a alcanzar las altas cotas que ha logrado como realizador cinematográfico. Éste film, que hace el número 24 como director, le coloca sin duda entre los más grandes cineurgos americanos del momento.
Con esquema de trhiller, Mystic river supera con creces la historia de un crimen para introducirnos en la tragedia, dándolo a ésta toda la extensión griega del término. Basándose en la novela de Dennis Lehane, escrita para el cine por Brian Helgeland, relata la encrucijada vital de tres amigos de infancia: Jimmy (Sean Penn), un ex convicto que lleva la tienda de la esquina; Dave (Tim Robbins), el manitas del barrio, y Sean (Kevin Bacon), detective de homicidios. El film arranca veinticinco o treinta años atrás cuando estos tres amigos jugaban al jockey en una calle del barrio irlandés de Bostón, cercano al río Mystic. Perdida la pelota por una alcantarilla, los tres chavales deciden escribir sus nombres en el cemento fresco de la acera, cuando bajan de un coche dos hombres. Uno de ellos se identifica como policía y se llevan a Dave, cuyo rostro, asomado a la ventana de atrás del coche se convertirá en catalizador del drama de la película. A los cuatro días este muchacho logra escapar de los pedófilos que es lo que eran en realidad los falsos policías.
Tras este prólogo el film transcurre en el tiempo real de los tres amigos adultos. Dave tiene un hijo con Celeste (Marcia Gay Harden), pero vive como ausente, pues no ha logrado liberarse de aquel trauma de la infancia; Sean, el policía, ha sido abandonado por su mujer, embarazada, que no se atreve a pronunciar palabra cuando le telefonea; y Jim se ha casado en segundas nupcias con Annabeth (Laura Linney), que le ayuda en la educación de Katie (Emmy Rossum), de diecinueve años, hija del primer matrimonio, y de dos pequeñas habidas con ella.
La joven y fresca Katie, que tiene relaciones en secreto con un muchacho del barrio, es además la niña de los ojos de Jim, a quien ayuda en el trabajo de la tienda. Pero una noche, justo la víspera de la primera comunión de una de sus otras hijas, Katie desaparece y aparece brutalmente asesinada en el vecino parque. Su padre jura que matará al asesino de su hija, mientras su amigo Sean es precisamente encargado de solucionar el caso.
Esta trama policial da pie a Clint Estwood para profundizar en las relaciones de sus personajes y excelentes intérpretes, personalmente elegidos por el director, que dan la talla en lo que realmente llega a ser el film: un drama psicológico y un alegato social de amplio espectro.
Hay quienes opinan que Penn es uno de los mejores actores americanos del momento. Esta película lo confirma con creces. El carácter violento y apasionado del personaje contrasta con la ternura hacia su hija. Tim Robbins, mejor director que actor, borda el papel de ese niño que no ha llegado a crecer ni superar los traumas sexuales de infancia y que le convierten en principal sospechoso de la película. Y todos los demás están a la altura de estos en la variedad de registros y el juego de rostros y expresiones, que es el mejor bagaje de Mystic river. Las esposas, a su vez, componen el contrapunto de esta serie de personajes frustrados: la apuntaladora esposa del ex convicto, una especie de Lady Machbeth del barrio; la débil y desmoronada mujer de Dave, y la misteriosa y ausente, trasunto de la soledad del policía. Uno se pregunta si las tres mujeres no son en parte responsables del drama.
En realidad poco importará saber quién es el asesino, sabiamente oculto en un excelente guión, pues el mejor suspense es interno. De alguna manera sugiere este análisis la realización de Estwood, cuando abunda en primeros planos introspectivos, al estilo de los que nos sorprendió en Los puentes de Madinson, y los picados desde el helicóptero que parecen sugerir el estudio de la colmena humana y triste que los enmarca. La cotidianidad del barrio, de las relaciones entre las mujeres, de las charlas en el porche y la escalera, se cruza con escenas de enorme intensidad dramática, como la primera comunión, la irrupción del enloquecido padre en la escena del crimen, la terrible soledad de Dave cuando pasea con su hijo…
Todo converge en aquel día de la infancia y aquel abuso del que en realidad son víctimas los tres amigos. Toda una meditación sobre la violencia, la marginación, la soledad y la desesperación creada por el american way of life. Pocas veces el cine americano ha mirado con tanta intensidad hacia la conciencia de su país, a la tragedia de sus niños-grandes, encerrados en una estructura que proclama libertad y produce tan tristes frutos. En este sentido la metáfora de los vampiros no es ajena a dicho drama de explotación y violencia en los inocentes.
Es una pena que tan excelente film sea emborronado al final con una coda que prolonga inútil y falsamente el desenlace. Es cierto que toda tragedia ha de tener una kazarsis, pero aquí la purificación es tan gratuita como desconectada con el resto del film, un postizo que quita eficacia y fuerza a una obra rigurosa y sin concesiones. Porque además no añade nada. Desde el ajuste de cuentas la película decae, se hace premiosa e incomprensible durante el desfile del final. Hay quien ha dicho que es uno de esos fragmentos que uno espera ver en las escenas desechadas de la edición del film en DVD.
No obstante Mystic river, aparte de seguirse con atención e interés, gracias también a su trama policíaca, es uno de esos dramas que no se olvidan cuando uno sale del cine. Sus tres protagonistas son seres de carne y hueso, que nos golpean la conciencia y nos hacen pensar. Todo ello envuelto en la melancolía y la sugerencia con que Clint Estwood ha sabido impregnar sus films de madurez. Como aquellos nombres, que se han quedado para siempre dibujados sobre el cemento de la acera en obras. El último, el de Dave, quedó sin terminar de escribir, como el de tantos seres humanos que nunca llegarán a ser ellos mismo, atrapados por una sociedad absurda y decadente.

Producción: EE.UU., 2003 .-Director: Clint Eastwood.-Guión: Brian Helgeland, based on the novel by Dennis Lehane.-Productores: Clint Eastwood, Judie Hoyt, Robert Lorenz.-Intérpretes: Sean Penn (Jimmy), Tim Robbins (Dave), Kevin Bacon (Sean), Marcia Gay Harden (Celeste), Sarah Silverman (Patty), Laura Linney (Annabeth), Emmy Rossum (Katie).-Fotografía: Tom Stern.-Música: Lennie Niehaus.-Distribución: Warner Brothers

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Sede vacante

Hay momentos mágicos que hablan por si solos. Como aquella tarde luminosa que, paseando, descubrí aquella terraza vacía besada por el sol y abierta al mar con su única butaca de mimbre estratégicamente orientada hacia el horizonte. No había nadie, pero aleteaba una presencia. ¿Quién se sentaba allí a contemplar la caída de la tarde? ¿Una anciana con su labor de croché? ¿Un lector empedernido amigo de la soledad? ¿O algún joven triste y enamorado añorando lo imposible? Yo no conocía a nadie en aquella casa ni podía entrar ni sentarme en aquel sito vacío. Pero por un instante supe que era todos los hombres que necesitan mirar más allá y esperar contemplativamente que desde el infinito asome blanca la vela lejana de una respuesta.

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